Pedir ayuda ha sido visto en muchas situaciones como sinónimo de debilidad. Y, más bien es un sinónimo de salud.
No pedir ayuda como sinónimo de “entereza”
Esta idea, es gestada por una cultura individualista que aplaude el “lograr las cosas por un@ mism@”.
La realidad es que nuestra naturaleza es vivir en comunidad. Y vivir en comunidad habla entre otras cosas, de poder ayudarnos un@s con otr@s.
No hablo de dependencia poco saludable o hasta por momentos abusiva. Sino del hecho de poder darte cuenta con qué puedes y con qué no.
No molestar
Debajo de esta dificultad muchas veces se encuentra la idea de no molestar, de que debemos poder con todo, sol@s.
Y esto hace muchos estragos, porque este mandato va en contra de lo que nos es propio: el compartir.
Consecuencia de tu historia puede ser difícil compartir.
No encuentras el límite de lo que puedes hacer y lo que no. Y esto es sumamente dañino, porque termina enfermándote.
Encontrar el límite de tu accionar, el poder derivar, delegar, habla de una gran autoconciencia, del cuidado de ti mism@, en definitiva, de salud.
Porque la salud también tiene que ver con conectar con tus necesidades y respetarlas, cuidar de tu energía, que ya sabemos que es finita.
Gran poder
Es un gran poder tener la capacidad de pedir ayuda y sentir que no puedes con determinada situación o situaciones.
Poder pedir ayuda es poder confiar en los demás. Y siempre hay alguien en quien confiar.
Si bien un grado de desconfianza puede ser saludable, la desconfianza extrema, no lo es.
Contar con alguien confiable, alivia el dolor. Por lo pronto, hace más tolerables los diferentes desafíos de la vida.
Además, ten presente, que para muchas personas es una gran alegría poder ayudar.
Y no hablo de personas que están solo para otros y no para ellas mismas, (esto no es saludable).
Recuerda que pedir ayuda puede salvarte de situaciones de riesgo para tu salud y las de los demás.