Antes de trabajar tu regulación te encontrabas en un lugar donde cualquier desafío cotidiano (por pequeño que fuera) era visto como el “fin del mundo”.
Tu tolerancia se reducía a lo mínimo.
Entendiste que tolerar no significa aguantar cosas que te hacen mal.
Sino que podría verse como un sinónimo de aceptar. Tomar la realidad (que no puedes controlar) y hacer algo con ella.
Antes de incentivar tu regulación, tomabas lo que sucedía y te quedabas allí, observando lo injusto, quejándote, enojándote. Y está bien como parte de un proceso.
Pero como en la situación de ser víctima de algo, tienes el deber saludable de salir de allí, luego de sentir todas estas sensaciones.
Antes de la regulación no había manera de moverte de una opinión, de un lugar, de una exigencia.
Ahora entiendes a nivel orgánico (no solo a nivel del pensamiento), que el cuerpo tiene sus tiempos, que cuanto más le exijamos, más se resiente.
Por lo que, empezaste a respetarlo. A respetar sus límites.
Y te das cuenta que cuanto menos le exiges más responde.
Sientes lo que debes sentir, pero no te quedas a vivir allí.
Buscas alternativas para atravesar la situación lo más cómodamente posible. Haciéndotela más fácil.
Momentos son cotidianeidad…
Lo que ocurre antes de la regulación es que lo que deberían ser estados, se convierten en cotidianeidad.
Entonces te observas rodeando esa situación sin poder salir de allí. Como en un bucle.
No hay ningún lugar a donde llegar…
Hay una frase que decía un profe de yoga, cada vez que proponía una Asana “No hay ningún lugar a donde llegar”.
Era una invitación a intentarlo, respetando los procesos del cuerpo.
Y un día te das cuenta que lo que te habías propuesto, sin exigirte tanto, se va logrando.
La exigencia y la rigidez, muy vistas a nivel de trauma, son dos parientes casi inseparables.
La regulación permite escuchar desde el cuerpo, no solo por los procesos de entendimiento.
Si no estás lo medianamente regulado y alguien con la mejor de las intenciones te sugiere algo bueno para tí mismo, no lo vas a poder escuchar.
Porque lo vivirás como un ataque, porque no vas a sintonizar con ese cuidado.
La regulación es utilizar tu sentir a tu favor, respetando sus tiempos.
Como puedo incentivar mi regulación.
Conecta más con lo que necesitas. Con lo que te generan ciertas situaciones.
Practica técnicas que te acerquen a esa conexión: yoga, tai-chi, meditación, terapia, baile, etc.
Ayuda a tu cuerpo a bajar la intensidad de las sensaciones para poder tolerarlas y generar un diálogo genuino con él.
No vas a dejar de sentir que algunas cosas son injustas, no vas a dejar de sentir dolor.
Pero no vas a quedarte en el sufrimiento eterno. Ese que no ayuda a avanzar. Y que, por el contrario, te hunde cada vez más.