Validar como su palabra lo indica, es darle valor a algo o alguien.
En este artículo vamos a centrarnos en la validación en los vínculos.
Recordando en primera instancia, que validar no implica decir a otros solamente: valido lo que piensas, lo que sientes. Sino que se acompaña de un montón de elementos (muchas veces sutiles) que dan a entender a otro que realmente lo que tiene para decir es importante.
Los comienzos.
Cada vez que me cuestiono los orígenes de algo, siempre siento que es algo hasta imposible de saber con certeza, dado que creo firmemente en lo transmitido genealógicamente.
Pero para negociar digamos que podría sentirse la validación desde los comienzos de la vida intrauterina, en donde el feto ya va percibiendo la importancia o no de su presencia en la vida de la familia. El lugar, el espacio.
Pero además esto es algo que se va reforzando en la historia de ese nuevo ser humano. Y hay un elemento que a mi entender es central: la mirada.
En los primeros contactos con los cuidadores, por medio de la mirada y la atención, el infante va percibiendo cuán importante es su presencia, sus necesidades etc.
Así sucesivamente con la adquisición del habla, comienza a cobrar importancia un elemento clave también: la comunicación lingüística.
Y otra vez aquí la mirada y la respuesta (en el sentido amplio del término) de otro ser humano a lo que comunica, a lo que siente, a lo que piensa.
Directamente, ¿Qué es validar?
Primero que nada, considero que es prestar atención. Y para prestar atención, no basta con mirar, también tengo que estar presente.
Porque sí, puedo mirar y ni siquiera estar presente.
Pero, además, necesito conectar con lo que la otra persona está sintiendo. Lo suficiente para no irme a su lugar.
Poder conectar por ejemplo con el dolor de la otra persona, pero no quedarme con él. Y esto no sólo es central para los psicólogos, sino que para todas las relaciones saludables.
Y la forma de no quedarte en el dolor de la otra persona es siempre volver a conectar contigo misma. Validar a su vez, lo que estás sintiendo.
Para validar, no es necesario hablar, ni dar consejos, ni nada.
Al conectar con lo que sientes en esa situación, al estar verdaderamente presente, verás que necesitas hacer y que necesita el otro.
A veces un abrazo, a veces una palabra, a veces nada más y nada menos que presencia, acompañamiento.
Validar es pedir permiso, para aconsejar, para abrazar, para decir.
Tener en cuenta las emociones, sensaciones, historias de los demás es un acto sanador.
Porque además, puede evitar la traumatización.
Es sentar las bases de la fortaleza en los niños. Y del respeto y amor en las relaciones.
Validar es cambiar la actitud si estoy lastimando a alguien.
Es reconocer que tengo que cambiar algunas cosas.
¿Validación con los demás?
Como siempre digo, para validar a los demás, también tienes que validarte, en su justa medida. Ni poco, ni demasiado…
Y nada de lo antes dicho, es contradictorio a la relación contigo misma.
Atención, presencia, ver lo que necesitas. Mirada presente, sentidos presentes.
Primero en casa, en su justa medida.