Muchas veces creemos que para resolver una situación tenemos que pensarla y repensarla. Y la mayoría de las veces la respuesta aparece en la calma.
Para poder tomar una decisión adecuada deberíamos sentir la congruencia entre pensar y sentir.
Si no te tomas el tiempo para sentir, mejor no tomes una decisión.
Elogio a lo racional.
Es habitual ver a las personas hacer un elogio a lo racional.
Creyendo que para tener la solución de determinada situación deben pensar hasta que aparezca.
Más bien hay que dejar un poco la cabeza de lado y enfocarse en el sentir.
Regular nuestro sistema nervioso y luego desde allí, utilizar la herramienta racional.
Porque sí, el pensamiento es una herramienta más.
Nadie desmerece lo racional.
Pero si solo nos enfocamos en ello, estamos descartando información valiosísima que nos trasmite nuestro sentir.
El pensamiento y la desregulación.
Pensar todo el tiempo te desregula y es propio de la desregulación estar todo el tiempo en tu cabeza.
Además, tomar una decisión importante percibiendo que estas en una situación urgente, no es un buen aliado.
Cuando estamos en modo urgencia, no hay tiempo que perder.
Y nuestro sistema interpreta que hay que huir o atacar, porque hay una “amenaza contra la vida”.
Desde este lugar, la respuesta será un impulso para salvar nuestra vida.
Muchas de las decisiones que tenemos que tomar, no tienen tal urgencia y muchas veces las vivimos como si así lo fueran.
Desde ese estado es improbable que “baje” una solución, porque tu sistema interpreta que hay que reaccionar ya.
Primero calmarte. ¿Qué cosas puedo hacer?
- Ejercicios de relajación.
- Contacto con otras personas.
- Hacer actividades que te generen bienestar.
- Tomar terapia.
- Meditar (no pensar).
- Sentir el cuerpo.
Una vez que logres la calma incluso podrás percibir, qué cosas están bajo tu control y qué cosas no.
En la confusión muchas veces no discriminamos qué nos corresponde hacer o qué no.
Es desde la calma que podemos contactar con la armonía entre el sentir, el pensar y actuar.
No te apures.