Frase célebre, si las hay: “A esta altura, uno no cambia”
Cargada de mucha historia, mandatos y de cierto desconocimiento, muchas veces encierra el deseo de seguir estando en esta zona de confort, que es en la que me siento seguro.
En innumerables situaciones han llegado personas a la consulta con ese temor.
Pese a querer cambiar: “quizá soy muy viejo para hacerlo”.
Neuroplasticidad y cambio.
Desde que se descubrió esta capacidad que tenemos las personas HASTA LA MUERTE… (sí conviene ponerlo en mayúsculas para que quede bien claro). Ya no hablamos más de la posibilidad de cambio o no, de acuerdo a la edad.
Y sí, puede costar un poco más (o no) llegar al cambio.
Como para todas las personas (y esto no es algo nuevo).
Pero pensar que la edad es un inconveniente para cambiar, esto ya está en desuso.
Y lo he visto muchas veces para esconder el no quiero o no puedo cambiar, por las razones que sean.
La contradicción o paradoja de la neuroplasticidad.
Si bien está en tu naturaleza la capacidad para realizar cambios, existe una contradicción: cuanto más acostumbrado estas a afrontar de determinada forma la realidad (hábitos) se hace más difícil poder realizar cambios.
En un artículo anterior, utilicé la metáfora del sendero en el bosque.
Este sendero ya marcado hace que sea más fácil de transitar por allí.
En cambio, tomar otro camino y crear un sendero sin maleza, se hace difícil, pero no imposible, simplemente debes pasar diariamente por allí para que se haga un camino firme.
De la misma manera funciona nuestro cerebro.
Asociaciones neuronales se van reforzando con los mismos hábitos.
Si habilitamos otros recorridos, otras asociaciones, en un primer momento será difícil, luego con la constancia se irá volviendo firme y el camino anterior tenderá a desaparecer.
Esta es una forma didáctica de entender el cambio.
Pero sí, trabajo de hormiga, se puede.