Tienes mucho temor a sentirte sol@.
Es más, te ves en ese lugar.
Siempre has estado para todo el mundo, siempre escuchando, pero ya te cansaste.
Al vincularte, aunque sea un vínculo cuidadoso y desde el amor, no puedes abrirte, escuchas, das tu opinión y vuelves a sentir que no hay espacio para ti.
¿Te sienes identificad@?
¿Qué podrías cambiar tu para no sentirte sol@?
¿Alguna vez te preguntaste si el espacio no te lo estás negando tú?
Cuando alguien te pregunta cómo estás, seguro que dices que bien y ya está.
Quizá día a día en el encuentro, se haga necesario que cuentes algo de ti.
Empezando por lo más superficial, hasta lo más profundo.
Pero si no nos abrimos, los vínculos no crecen.
Además, es probable que te sientas vací@.
No nos conocen de verdad, si no nos abrimos.
Y tampoco van a poder ayudarte si no te abres.
Desterrar viejos aprendizajes (de a poco).
Has aprendido que todo has podido sol@.
Que tus requerimientos eran una molestia.
Porque tus mayores no han podido con sus propios requerimientos. Y los requerimientos de sus hijos (junto con los de ellos) eran demasiado.
Entonces tuviste que arreglarte y ayudar a que se arreglen.
Pero ya no estás ahí. Ahora te estas vinculando con “iguales”, en vínculos seguros.
De ida y vuelta. Donde te van a cuidar y tu vas a cuidar.
Para curar esa herida, es necesario un vínculo seguro y este, es el momento.
Es el momento de que te dejes abrazar.
Y que los demás aprendan que tu también tienes vulnerabilidades.
Muchas veces, cuando no transmitimos nuestras vulnerabilidades, l@s demás interpretan que no tenemos problemas. Y no, no es así, tod@s los tenemos.
Ábrete de a poco, ve probando cómo reacciona tu receptor y recibe un abrazo.
No hay vuelta atrás.