Todas las personas somos diferentes.
Esto puede parecer una obviedad, pero muchas veces no lo es, cuando nos vinculamos.
Y muchas veces esperamos que se den cuenta.
Que se den cuenta de lo que sentimos, de lo que necesitamos.
De que lo que dicen o hacen que nos puede molestar.
Y la realidad es que no, no nos damos cuenta y no siempre tenemos por qué darnos cuenta.
Demanda de la niñez
He observado que algunas personas esperan que anticipemos como se van a sentir, tal como lo hace un padre o madre “suficientemente buen@”.
Y en realidad anticipar es una tarea que realizamos con los niños.
Tenemos que identificarnos con ellos para darles lo que necesitan, porque no pueden hablar, porque se están construyendo y están aprendiendo a regularse.
Pero como adult@s ya deberíamos poder comunicarnos y plantearle a los demás lo que nos gusta, lo que no, etc.
Esto no implica que no tengamos que trabajar la empatía (como adult@s) y anticipar si podemos dañar. Tratar de vincularnos desde el amor.
Pero estar permanentemente alerta en lo que otr@ necesita siendo adult@, termina siendo insano.
Entonces pretender que los demás adivinen lo que sentimos es prácticamente imposible.
Además, no lo necesitamos, porque podemos comunicar.
Conectar con tu sentir siempre
Siempre es bien importante que conectes con tus sensaciones y también en los encuentros.
Ellas son las que te van a guiar a la hora de poner límites, si es necesario.
Comunica desde el amor qué estás sintiendo, para que otr@ pueda conocerte y te puedas sentir mejor.
Trata dentro de lo posible de no transmitirlo como una acusación. Sino como algo que tu sientes, por ejemplo, incomodidad.
Observa la reacción de tu interlocutor a tu sentir.
Presta atención en su intención de construir, validar tu sentir es un comienzo.
Si has planteado de manera asertiva tu sentir y no es validado, deberás tomar una decisión.
Los vínculos sanos validan el sentir de los demás.