Te das cuenta que estas sanando cuando desarrollas la “verdadera presencia” dentro de ti.
Y esto que parece poético, tiene que ver nada más ni nada menos que con poder sentirte en compañía de ti mism@.
Poder construir un esquema de sostén interno que te ayude a estar en calma frente a la “tormenta”.
Verdadera presencia
No es eliminar de tu vida los problemas o los dolores.
Ellos están y estarán. En ocasiones aparecen para cambiar cosas. Son parte de la vida.
Lo que se irá eliminando es el sufrimiento. La sensación de cronicidad de las situaciones. La sensación de estar condenad@.
Y si hubiera una enfermedad de tratamiento continúo (muchas veces llamadas crónicas) poder hacer todo lo posible para que eso no te defina. Que sea parte de tu vida (no la totalidad).
Entiendo la verdadera presencia como la capacidad de acompañarte.
Y acompañarte es también, poder calmarte.
Es saber qué necesitas para estar bien y dártelo.
Darte el cuidado empático básico, como a mí me gusta llamarle.
Es internalizar el cuidado dentro de ti.
Verdadera Presencia. Conexión
La verdadera presencia se desarrolla en la conexión contigo mism@.
Se desarrolla en vínculos seguros. Con otros seres humanos, pero también con las mascotas.
Los vínculos seguros, son vínculos confiables, disponibles, vínculos de ida y vuelta. Vínculos con los que puedes contar y que también cuentan contigo.
Estos vínculos ya son verdadera presencia.
Algo importantísimo es que, al desarrollar esta capacidad dentro de ti, rechazarás lo que no sintonice con la presencia y la seguridad.
Y esto, además te habilita a volver a confiar y que puedas tender redes.
Que descubras que no estás sol@.
Es sentir que perteneces. Es ver cuidado en donde hay cuidado, y no agresión.
Es atravesar situaciones desagradables y aún así poder poner límites, “no pegarte con el entorno” para poder seguir acampañándote.
La rigidez como defensa
Aprendimos que la rigidez era fuerza. Y nos pusimos dur@s. En el cuerpo, en el alma. Desapareciendo la flexibilidad.
Y esa dureza, no dejaba pasar nada, ni siquiera el cuidado, lo que venía de afuera, era interpretado como agresión.
El conectar contigo mism@ y con l@s demás era vivido como peligroso.
Acentuando así, la sensación de soledad y desesperanza.
La verdadera presencia te devuelve la flexibilidad, la capacidad de confiar, de acompañarte y acompañar.
Entender que la felicidad no es evitar el dolor, sino poder atravesarlo enter@.
Con la compañía de l@s demás, pero fundamentalmente, con la tuya.