¿Te has preguntado alguna vez por qué te cuesta tanto decir: “me equivoqué”, y culpas a otros de los que te pasa? ¿Qué puede haber detrás de esta actitud, muchas veces inconsciente? Hoy vamos a pensar por qúe me cuesta reconocer que me equivoco en ciertas ocasiones.
Poner el problema afuera
Algunas cosas que nos pasan no tienen que ver con nosotros: situaciones de abuso, accidentes o hechos inesperados. Pero muchas otras son consecuencias directas de nuestros actos. Poner el problema afuera puede tener sus “beneficios”.
Yo no tengo nada que cambiar
No me equivoco por lo que no debo cambiar. Actuar así te genera una aparente tranquilidad, digo aparente porque es una trampa al solitario. El hecho de pensar que son los otros responsables de tu padecer te puede tranquilizar dado que no te vas a tener que ocupar de cambiar nada, es el otro que debe cambiar. Pero si no cambias nada en ti seguirás sintiéndote igual.
El lugar de víctima como beneficio secundario
A muchas personas les resulta cómodo durante gran parte de su vida quedarse en el lugar de la queja, de padecientes, para entre otras cosas, poder recibir atenciones que de otro modo piensan que no tendrían. Este es un lugar peligroso dado que inhabilita el cambio y ataca los vínculos. Te recuerdo que las personas te van a querer igual si tratas de salir de ese lugar.
No revolver ciertas cosas
Para darnos cuenta que tenemos cosas que cambiar, debemos pasar por un proceso en donde tendremos que aprender a ser valientes. Y ser valientes es eso, sacar de afuera la responsabilidad y llevarla a ti. Esta no es tarea fácil, supone reconocer que me equivoco y que probablemente muchas veces te equivocaste. Junto con esto…
No enfrentarte con cosas que no toleras de ti
Cuando te haces responsable de lo que te pasa, seguramente tengas que recorrer tu historia y ver el origen de lo que te está haciendo mal. Esto implica enfrentarte a ciertos dolores de los que cuesta hablar, reconocer en ciertas ocasiones que también te equivocaste.
Evitar el trabajo que supone cambiar
Puede generar pereza cambiar una actitud que te acompañó toda la vida. Y allí aparecen los dichos tales como: “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Lo malo conocido parece no hacerte bien y lo bueno por conocer puede ser realmente bueno. Tú puedes decirme: “He vivido toda la vida así y no me ha ido mal”. Y yo te digo: ¿Estás segur@?. Al respecto ya escribí un artículo sobre la neuroplasticidad que deberías leer.
Conservar tu “supuesta esencia”
Si no te estás sintiendo bien, probablemente sea una señal de que algo hay que cambiar
“Yo soy así”, “Mi abuelo era irritable, por eso yo soy igual”, “Mi madre era depresiva, por lo tanto es lógico que yo también lo sea”.
Si bien la genética tiene su peso, no es determinante. Tú no eres un comportamiento, eres más que eso, aprendiste a ser así y también puedes desaprenderlo. El ser humano se define por el cambio.
Evitar enfrentarte a lo desconocido
A todos nos genera miedo el cambio, nuestra zona de seguridad es muy difícil de abandonar, la dominamos y por lo tanto sabemos por dónde ir. Cuando cambiamos nos invade la incertidumbre, lo inesperado, lo que no está del todo bajo nuestro control, y eso siempre genera temor.
Por supuesto que estas cosas muchas veces no pasan a nivel consciente, de lo contrario sería mucho más fácil. Muchas veces ignoramos el porqué de nuestras actitudes.
Pero no sólo ponemos la responsabilidad “negativa” afuera aunque parezca lo más habitual, sino que muchas veces lo hacemos con los logros. “Si no me hubiera ayudado” o “qué sería de mi vida sin él”.
La solidaridad de otros puede facilitarte los logros, pero en última instancia tu también conseguiste que fueran solidarios contigo. Los logros no caen del cielo, se construyen.
Reconociendo que los demás no tienen obligación contigo también cuidarás tus vínculos, ya que no es sano para nadie que los hagas responsables de algo que es pura y exclusivamente tu responsabilidad.
¿Qué otras cosas pueden tener que ver con depositar el problema afuera? ¿Te identificas con alguna de ellas?