Decidí escribir este artículo porque me encontré con una compañera que empezaba sus vacaciones. Al preguntarle cómo estaba pasando me dice: “Bien… primero hay que acostumbrarse a las vacaciones y luego acostumbrarse al trabajo”.
Y tenía razón.
Cuando piensas en vacaciones piensas en diversión, relax, dormir, descansar… pasarla bien. Ese sería el objetivo: desenchufarse, tener contacto con la naturaleza, cargarse de pilas.
Es también una necesidad humana.
Pero lo cierto es que el mero hecho de planificarlas puede generarnos bastante ansiedad, preocupación y en ocasiones malestar.
Si vas solo tienes que hacerte cargo de más cosas, desde lo económico a lo organizacional. Si vas acompañado se impone la necesidad de negociar: lugar, tiempo, espacio, comida, paseos, etc. Y eso como sabes, no es tarea fácil.
Una vez que negocias todo lo anterior, toca el turno a la organización de las vacaciones.
Esto podría abrumarte, pero también puedes llevarla con humor y con alegría, pues es maravilloso tener proyecto para disfrutar, ya sea solo o acompañado.
Al llegar el último día laboral te invade la emoción. Comienzan las vacaciones y con ella los cambios de hábitos: te quedas despierto hasta más tarde, te levantas más tarde, probablemente no desayunes y también almuerces tarde. Así, una a una se van corriendo las rutinas diarias a las cuales tenemos acostumbrado a nuestro cuerpo.
Me dirás: ¿No esperarás que en mis vacaciones haga todo cronometrado?
No digo ni lo uno ni lo otro, solo describo cuál es el proceso que habitualmente se da.
Acostumbrarte a las vacaciones
Más allá que el desenchufarse es algo necesario, es bueno que tu cuerpo pueda mantener alguna rutina por pequeña que sea, para no sufrir cambios abruptos que terminen atentando contra él.
Las vacaciones pueden ser un momento ansiado, pero no para todos, más si hay dificultades familiares.
Una situación común es pasar con tu familia mucho tiempo juntos. Es la idea, si. Pero si esto no se estimula durante el año puede no resultar del todo placentero.
A veces puede suceder que no descansamos, que resultan largas, o que no se pasa del todo bien por alguna razón. A veces todo está bien y pasamos genial. Pero lo cierto es que en general, a todos nos cuesta volver.
Cuesta acostumbrarte a la rutina nuevamente, cuesta volver a las obligaciones y más si laboralmente no estás motivado.
Y aparece la tristeza, irritabilidad y un sinfín de síntomas que te dan a entender que no quieres volver.
Si la razón principal es que tu trabajo no te motiva, luego de un descanso es un buen momento para pensar alternativas de cambio.
Si el tema está en los desajustes propios de las vacaciones aquí te dejo algunos tips para que tu regreso no sea tan tortuoso:
- Acostúmbrate de a poco al regreso laboral. Unos días antes puedes empezar a generar tus rutinas habituales (hora de levantarte, horarios de comidas, etc.)
- No te sobre exijas a la vuelta, de a poco ve conectándote con tus tareas.
- Durante tus vacaciones si bien está bueno que te desestructures, no lo hagas en demasía, mantén algunas rutinas.
- Dedica tiempo a tu disfrute diario. Si tienes situaciones de bienestar te será más fácil volver. Incentívalas siempre, no solo cuando vuelvas de tus vacaciones.
- Si puedes acortar tu año con pequeñas escapadas, aunque sean de una tarde, hazlo. Una buena opción es elegir lugares en los cuales puedas tener contacto con la naturaleza. Recuerda que venimos de ella y necesitamos de ella.
Espero que estos consejos te sean útiles y si aún no te fuiste de vacaciones, tómalos en cuenta. Si ya lo hiciste para las próximas estarás más prevenid@.