No es una tarea fácil. Por el contrario, es bastante difícil. Es un camino lleno de dificultades, rabia, angustia, fantasías, etc., pero sin dudas conduce a la felicidad.
Puede llevar tiempo, es un proceso que no tiene atajos, su prolongada duración en el tiempo no es una regla, depende de cada uno: la forma de ser, edad, recursos emocionales y afectivos, etc.
He escuchado por ahí que “más sabe del camino la tortuga que la liebre”, y de eso estoy hablando. Quizás existan muchos caminos que te lleven al mismo lugar, pero en general es con la ayuda de otro, otro más o menos imparcial. ¿Y por qué digo más o menos? Porque lejos estamos los seres humanos de serlo, pero el hecho de que sea alguien que no se implique sentimentalmente contigo ayuda a que la visión sea más objetiva y menos contaminada.
¿Cómo empieza este camino?
Una de las razones por las cuales resulta tan difícil conocerte a tí mismo es porque lo social, cultural y lo religioso que absorbes desde niño te dice que “tienes que ser para otros” y eso puede convertirte en un ser que se ajusta a los deseos, pensamientos y actitudes de los demás, y de no ser así, como castigo pierdes el cariño, o te sientes por fuera.
¿Algunas vez tus padres te dijeron que si no actuabas de alguna manera no te iban a querer más? ¿Es bastante común no? Bueno, no hay una escuela para padres, por allí viene la cuestión.
A menudo no tomas en cuenta ni siquiera lo que te hace bien, y muchas otras ni siquiera sabes diferenciarlo.
Primer paso: qué quieres, qué te gusta… y qué no. Y respetarlo, ponerlo como prioridad y valorarlo.
¿Te ha sucedido que estás muy pendiente de lo que otros piensan de ti e intentas agradarlos a cómo de lugar? Es importante que puedas entender que eres valioso por ti mismo y no es necesario que hagas esfuerzos para complacer a los demás. Quien te quiera lo hará con tus virtudes y tus defectos.
Esto que parece fácil de decir es bastante complejo de llevar a la práctica, pero se logra. El hecho de ponerte a ti mismo en primer lugar, muchas veces es tildado de egoísmo. Y bueno, si ser egoísta implica cuidarte, ocuparte, quererte, deberías ser egoísta. Se trata nada más ni nada menos de tu felicidad.
Creo que ser egoísta es otra cosa, es maltratar, es menospreciar, es no mediar las consecuencias de tus actos. Y sí, muchas veces teniendo en cuenta tus propios deseos los demás pueden no verse beneficiados, pero no viniste a este mundo a hacerle más fácil la vida a los otros, cada uno es encargado y responsable de su propia vida.
No se trata de vivir tu vida y que no te importe la del otro, se trata de ser feliz contigo mismo sin perturbar a los demás. Ser solidario sí, pero sin olvidar que la solidaridad empieza por casa.
Si tu sabes lo que quieres y lo que no, aparece el respeto, la confianza en ti mismo, aparece el quererte tal cual eres y el reconocimiento de la imperfección.
Es que se trata de un trabajo que no resulta nada fácil: El camino hacia el primer amor, el amor a ti mismo.